La
"Antigua" de Zumárraga
En la actualidad todos la
conocen por la ermita de la "Antigua". Sí es cierto que es
antigua, y también habrá que decir que en la actualidad es una ermita, pero lo
que muy pocos conocen es que este santuario fue la primitiva parroquia de la
villa de Zumárraga, y que es de ahí de donde le viene esa original denominación
de la "Antigua". Es decir, la antigua, la vieja parroquia de todos
los contornos.
En el macizo de Izaspi, en
la media ladera del monte Beloki, envuelta en un bosquete de olmos, se
localizan las duras líneas de la ermita de Santa María. La primitiva parroquia
del Zumárraga campesino se quedó sola en su colina cuando la población, ansiosa
de progreso, fue descendiendo a las orillas del Urola.
Santa María de Zumárraga,
la "Antigua", presentaría exteriormente un tosco aspecto si no fuera
por su portada de un estilo románico muy tardío, presentando cuatro archivoltas
un poco apuntadas. A su lado, dos ventanas de traza gótica, con una ligera
talla, animan la austeridad del conjunto. En el ábside hay empotrado un calvario que indudablemente
pertenece a una construcción anterior. Por su aspecto actual, parece ser que
este templo ha sufrido varias reformas a lo largo de su historia. En longitud y
altura se aprecian claramente las obras que en su día se llevaron a cabo.
Algunos otros detalles, como la ventana del ábside y su Cristo, resulta difícil
pensar cuál pudo ser su primitivo emplazamiento.
Bibliografía: Colección Bertan.
No la conozco y qué bien describes los entornos y los detalles de cada punto de estos, Don Jaime.
ResponderEliminarEs curiosa la historia de esta actual ermita. Hablaba mucho de ella, en sus artículos, Iñaki Linazasoro, fallacido hace unos años.
Más enriquecimiento cultural que nos aportas, amigo marino.
GRACIAS.
Gracias a ti Tellagorri, por el aprecio que le das a lo que publico, pondré fotos del interior que es impresionante.
ResponderEliminarEstuve el sabado y el sacerdote que nos atendió, todo amabilidad y dispuesto a darnos todo tipo de explicaciones sobre lo que allí había; insistiendonos a nuestras preguntas, que no había que pagar nada, que era la casa de Dios; que si queríamos dejar un donativo lo hicieramos y si no queríamos, que nos fuesemos tranquilos.
La ermita y el sacerdote me sorprendieron gratamente.