martes, 17 de julio de 2012

Ministerio de Agricultura (antes Fomento)

Ministerio de Agricultura
La cerámica aplicada a la arquitectura
Daniel Zuloaga Boneta (XIV)
Ubicado el Ministerio de Fomento desde su creación, en 1856, en el antiguo Convento de la Trinidad, pronto se comprobó la necesidad de crear una nueva sede, donde este organismo público pudiera desarrollar adecuadamente sus funciones. Tras diversas tentativas de edificación en algún solar estatal, se optó hacia 1879 por segregar parte de los terrenos del Real Jardín Botánico, concretamente los situados al Sur, separándose de aquel por una nueva calle, Claudio Moyano. En parte de esta superficie, el arquitecto Lorenzo Álvarez Capra (1848-1901) proyectó un primer edificio ministerial, con frente principal hacia el Oeste, donde habría de construirse la Estación de Ferrocarril, reservando el resto para una Escuela de Artes y Oficios, con el objetivo de crear un gran campus universitario en el que debía integrarse la de Ingenieros de Caminos, junto a El Retiro.
En 1881 se decidió replantear el edificio previsto para Ministerio, que ahora se convierte en la dicha Escuela de Artes y ésta en Facultad de Ciencias, según proyecto de Mariano Belmás Estrada, quien respetó la ubicación inicial y el perímetro de las plantas. No obstante, cuatro años más tarde, se le propuso a Saavedra que situara en aquella la Facultad de Ciencias y el Gabinete de Historia Natural, cuando ya la explanación se había iniciado, lo que finalmente no se llevaría a cabo, manteniéndose la solución inmediatamente anterior de Mariano Belmás Estrada. Se retomaron entonces las dos obras, pero bajo la dirección del último arquitecto, quien introdujo ligeras modificaciones, en cuanto a la composición y distribución fijadas.
Problemas económicos y administrativos, surgidos durante la ejecución de ambos edificios, propiciaron su paralización en 1891, habiéndose levantado ya los sótanos y la planta baja de la que se suponía habría de ser la Escuela. Este mismo año, por una Real Orden se encomendaba al arquitecto Enrique Repullés y Segarra la reforma de esta última edificación para su primitivo destino, el Ministerio de Fomento, por ser mucho más urgente y necesario, aunque por otra de 1892 era sustituido, con el mismo encargo, por Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923).
Adaptado a lo existente, un volumen de planta rectangular, con torreones en las esquinas y dos grandes patios interiores, el Arquitecto planteó ocupar parte de éstos con nuevas crujías para hacerlos utilizables, cubriéndoles con una estructura de cristal y hierro, realizada en los Altos Hornos de Bilbao, al igual que todos los elementos de fundición. También tuvo que elevar el número de alturas a cuatro sobre la rasante y modificar la distribución interior de los proyectos anteriores, adaptándola a las diversas oficinas y departamentos, e incluso la posición de la escalera principal, diseñando otra grandiosa, de mármol y de traza imperial, que desembarcaba en el primer piso.
Cambió la decoración y composición de las fachadas, con el fin de ganar en empaque y magnificencia, que adecuadamente representase al Ministerio, resolviéndolo dentro de su habitual eclecticismo y con la participación en ellas de los principales artistas de la época.
Destaca el majestuoso pórtico de acceso, formado por ocho columnas corintias pareadas de orden gigante sobre un gran basamento, que alcanza el nivel del piso primero, en el cual se encuentra la puerta principal, flanqueada por dos cariátides que representan la Industria y al Comercio.
Remata este cuerpo un ático de gran solidez, con tres figuras aladas  (La Gloria y los Pegasos), realizadas por Agustín de Querol y Subirats (1860-1909)
La fachada está enriquecida con materiales de diversos colores y la aplicación de azulejos de cerámica esmaltada de Daniel Zuloaga Boneta (1852-1921).


















lunes, 16 de julio de 2012

Palacio Velázquez (Madrid)

Palacio de Velázquez
La cerámica aplicada a la arquitectura
Daniel Zuloaga Boneta (XIII)

Obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923), fue construido en el Parque del Retiro en 1883 para la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales.
El exterior muestra una gran nave central con bóveda de cañón y cuatro torreones en las esquinas, unidos por galerías. Las fachadas de fábrica de ladrillo en dos colores están decoradas con figuras escultóricas y cerámica. La armadura, la cubierta y los marcos de los huecos son de hierro, cinc y cristal.
Igual que en otras ocasiones, como poco después para la construcción del maravilloso Palacio de Cristal, Velázquez Bosco trabajó con el ingeniero Alberto de Palacio y Elissague (1856-1939), quien calculó toda la estructura, y con el constructor del hierro Bernardo Asins y Serralta, que la montó.
La preciosa azulejería de cerámica es obra de Daniel Zuloaga Boneta (1852-1921).
Entre todos estos grandes artistas y profesionales crearon uno de los edificios más singulares de Madrid.
Tras la inauguración la prensa alababa el hecho de que todos los materiales empleados provenían de la industria española, el ladrillo de Zaragoza, los adornos realizados en barro cocido de la madrileña casa de Santigosa y Cia., los azulejos de la Real Fábrica de la Moncloa, el mármol de varias de las casas participantes en la Exposición, las columnas de la Fundición Sanford…
A los lados del pórtico de entrada existen dos discretos bajorrelieves, a la izquierda uno dedicado a las Bellas Artes y a la derecha otro dedicado a la Minería. Este último inspiraría la magnífica obra “La Minería” realizada diez años después por Ángel García Díaz para el Ministerio de Fomento en Atocha, obra del mismo arquitecto Velázquez Bosco, que se caracterizó por reutilizar en sus construcciones modelos escultóricos de edificios anteriores, este es un ejemplo.
En el centro una escalera de delicado mármol blanco de quince metros de longitud nos conduce hasta la entrada, a continuación un pórtico con tres arcos de medio punto sobre columnas jónicas.

Texto: Mercedes Gómez del Blog Arte en Madrid.
















martes, 3 de julio de 2012

Alarde de Irún (Guipúzcoa)

Alarde de San Marcial en Irún.




















ALARDE DE SAN MARCIAL DE IRUN
El desfile de armas que se celebra en Irún cada 30 de junio, día de San Marcial, fiesta de la ciudad, es la conmemoración de la victoria de las tropas irunesas sobre las francesas durante la madrugada del 30 de junio de 1522. La batalla, que tuvo lugar en la Peña de Aldabe de Irún, formó parte de una serie de ofensivas francesas cuyo objetivo era controlar la zona fronteriza del Bidasoa.
Francia intentaba recuperar el Reino de Navarra conquistado por Fernando I y anexionado a la Corona de Castilla. El rey francés, Francisco I, no estaba dispuesto a renunciar al control que hasta entonces mantenía en Navarra, con este objetivo, las tropas francesas, tras una serie de incursiones fallidas decidieron cercar el antiguo reino, tomando las fortalezas de las tropas leales a Castilla. Las incursiones comenzaron en octubre de 1521, pero no fue hasta el 28 de junio de 1522 cuando un ejército de 4.500 mercenarios (labortanos y alemanes) cruzaron el río Bidasoa y tomaron posiciones en el monte que hasta entonces se conocía como la Peña de Aldabe, recibiendo este nombre por un caserío existente en el lugar. Al día siguiente, 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, el contingente alemán se apoderó de la fortaleza de Gazteluzar. Frente a esta agresión, los capitanes iruneses, Juan Pérez de Azcue y Miguel de Ambulodi, al mando de las tropas, convocaron a todos los varones elegibles para la guerra, tan sólo 400 hombres.
Por otro lado, el papel de las mujeres y los niños iruneses fue fundamental. El clérigo de Rentería, Mosén Pedro de Hirizar, vecino de la citada villa y que tenía el oficio de “tenedor de bastimientos”, compró y distribuyó más de cuatrocientas “hachas de palo” entre las mujeres y los mozos de la ciudad con el objetivo de que caminaran, en silencio y con las hachas ardiendo, durante una legua, desde lo alto del entonces Camino Real, que dividía los caminos de Oiartzun y Rentería, hasta la plaza de Irún, haciendo creer al enemigo que los soldados iruneses estaban reunidos en la zona de Irún y no avanzando hacía la Peña de Aldabe.
Mientras mujeres y niños caminaban por el Camino Real, las tropas irunesas, con la ayuda del Capitán General de Guipúzcoa, Beltrán de la Cueva, que acudió a la batalla con parte de su infantería, 1.500 hombres, y 150 caballos, avanzaban lenta y sigilosamente por el lado opuesto, sorprendiendo primero a las fuerzas labortanas que dormían en el monte y luego a las alemanas en Gazteluzar. Los soldados alemanes supervivientes corrieron al encuentro de los labortanos, ignorando lo ocurrido en la Peña de Aldabe, y fueron a su vez abatidos.
Un inicio incierto.
Existe un claro debate sobre el momento exacto en el que comenzó a celebrarse el Alarde de San Marcial, no sólo como procesión o acto de gracias al santo por la victoria de las tropas irunesas sobre el ejército francés en 1522, sino como un desfile de armas compuesto por diferentes unidades, organizadas en torno a una serie de mandos y con la figura de la cantinera como elemento destacado de cada compañía.
Origen de los “Alardes de Armas".
Para entender el origen del Alarde de San Marcial, debemos primero conocer el origen de los alardes de armas y su significado. El origen de la palabra “alarde” está en los hábitos militares norteafricanos. Etimológicamente la palabra “alarde” proviene de la raíz “ard-“que significa “revista de tropas”.
Los alardes de armas tienen un origen medieval, al formase en esa época escoltas armadas como ornato especial en ceremonias públicas de signo cívico-religioso. La función de estas milicias armadas, existentes en toda Europa, era la de honrar fechas como las fiestas populares, celebrar los días de San Juan Bautista y San Pedro o el del Corpus-Christi, entre otros. Cuando tras las guerras carlistas desaparecen las ordenanzas que obligaban a los alardes de armas, estos pasaron a la cultura popular manteniendo la presencia de tropas de carácter militar en fiestas y romerías. En el País Vasco, desde la Edad Media, de acuerdo con los fueros que regían el territorio, cada pueblo tenía la facultad y la obligación de organizarse militarmente, formando parte de sus milicias forales todos los varones en edades comprendidas entre los 18 y los 60 años. Para acudir en defensa del territorio debían estar preparados militarmente y tener dispuesto su armamento para cuando su concurso fuera requerido; a tal fin, periódicamente y en fechas señaladas, tenían que acudir los varones con sus armas a la convocatoria para adiestrarse en su manejo y participar en el alarde o desfile que se celebraba. Tras la realización del alarde de armas se enviaba certificado de la realización del mismo a la Diputación, máxima responsable de las armas guipuzcoanas.
Los Alardes de Armas en Irún.
Atendiendo a esto se explica que la revista de armas que se realiza la víspera de San Marcial tiene su origen en el alarde de armas del día de San Pedro, acto cívico, obligatorio, que se celebraba en toda la provincia.
Por tanto dentro del Alarde de San Marcial encontramos dos actos diferenciados: la revista de armas, de carácter cívico y obligatorio, y la procesión de San Marcial con paisanos armados, un acto puramente religioso de devoción, que ya se realizó en 1523, siendo Lope de Irigoyen, alcalde de Irún, que participó en la batalla de la Peña de Aldabe, quien encabezó el primer alarde.
Por lo tanto, aunque históricamente puedan encontrarse referencias a la realización de un alarde de armas en Irún antes de 1880 junto con el cumplimiento del voto a San Marcial por la victoria de 1522, todo parece indicar que la etapa posterior a la Segunda Guerra Carlista (1872-1876) es el momento en el que se comienzan a dar los primeros pasos para la evolución de estos actos hacia el Alarde de San Marcial que hoy conocemos. Durante siglos se celebró el alarde de armas el día de San Pedro, 29 de junio, y al día siguiente la procesión de San Marcial, siendo 1804 el año de la unificación del alarde y el voto emitido por los cabildos eclesiástico y secular, iniciándose un proceso de cambio en la fiesta al unir procesión y alarde en un mismo día.
Desde 1880 existen documentos escritos que acreditan la existencia de un alarde de armas con la presencia de figuras que hoy día siguen siendo parte fundamental del desfile, así como permisos y actas que muestran la comunicación existente entre Ayuntamiento y Gobernador Civil en torno a la celebración de la fiesta de San Pedro y San Marcial.
Un alto en la celebración.
Durante la Primera Guerra Mundial, de 1915 a 1918, no se celebró el Alarde, a pesar de la posición neutral de España en el conflicto, por respeto al país vecino. En 1919 se recuperó la fiesta invitando a los representantes municipales de Hendaya (ciudad fronteriza con Irún) a la misa de campaña que se celebró en San Marcial en memoria de los caídos en la batalla. Ante el temor a que se suspendiera la organización de los actos vinculados al Alarde y el propio desfile, por las posiciones en pro y en contra tras la contienda mundial, surgió en Irún la publicación quincenal EL ALARDE, cuyo objetivo era realizar una “campaña de rehabilitación de la fiesta”. Uno de sus impulsores fue Francisco Garayalde. Poco a poco se fue perfilando una mayoría del pueblo favorable a la recuperación de la fiesta.
Durante los años de la Guerra Civil (1937-1938) no se celebró el desfile de armas pero si se cumplió con el compromiso de subir al monte San Marcial en procesión para cumplir con el voto realizado por la victoria de las tropas irunesas sobre el ejército francés en 1522. Tanto en 1937 como en 1938, el 29 de junio, día de San Pedro, se realizó una misa mayor. El día 30, se llevó en procesión la imagen de San Marcial hasta el monte del mismo nombre, donde a las 10:00 de la mañana se celebró una misa de campaña.
Acabada la guerra el 1 de abril de 1939, el 30 de junio de ese año, se retomó la tradición de celebrar el Alarde, celebrándose lo que algunos llamaron, el primer “Alarde de la Paz”. Solamente participaron algunas compañías, ya que hasta 1940 no se restableció el Alarde en su integridad. Este año no se registra nombramiento oficial del General y por primera vez en el Alarde, de acuerdo con la situación política de la época, se impone la bandera monárquica española. Muchas compañías tuvieron dificultades para reunir el número de soldados necesarios para desfilar, como en el caso de Lapice que no pudo participar, perdiendo su puesto en la formación del Alarde. Este hecho que pone de manifiesto el respeto al estricto cumplimiento de las Ordenanzas del Alarde aún en época de crisis. En este año, el Ayuntamiento obsequiaba a cada compañía con una peseta por hombre que desfilara entre sus filas. La cantidad recogida se entregaba a la cantinera de la compañía. Al menos desde 1901 existe constancia de este “pago” que realizaba el Ayuntamiento a las compañías en consonancia con el nivel económico de la época, dado que en ocasiones se “pagaba” a las compañías en especias en lugar de dinero.
En 1944 se quiso restituir en Irún la estética tradicional del Alarde reconstruyendo los uniformes de los Ayudantes del General y de la Caballería, que se habían quemado en 1921 a causa de un incendio en el almacén en el que se guardaban, y que no pudieron ser reconstruidos hasta la fecha por falta de recursos. Hasta esa fecha, se utilizó el día del Alarde la misma indumentaria empleada en la revista de armas del 29 de junio, chaqueta negra, pantalón blanco y botas de montar negras. El Alarde de 1972 conmemoró el 450 aniversario de la batalla de la Peña de Aldabe, organizando el Ayuntamiento de la ciudad un ciclo de conferencias e imponiendo la “corbata de la ciudad” a la bandera del Regimiento de Infantería San Marcial. El Alarde fue retransmitido por Televisión Española.