domingo, 24 de noviembre de 2013

Capilla Mozarabe en Celanova (Ourense)

Capilla de San Miguel de Celanova

  Fase/Estilo: Mozárabe/Astur-Leonés
  Época: Siglo X
Con 8,5m de longitud, 3,85m de ancho y un máximo de 6m de altura, se trata de la iglesia mozárabe de menor tamaño que conocemos. Según consta en un documento de principios del siglo XI, este pequeño oratorio fue edificado, en el huerto del monasterio de Celanova, hacia el año 940 por San Rosendo de Dumio en memoria de su hermano Froila, fundador del mismo. Parece ser que en su origen fue un hospitiolium y, por lo tanto, estaba destinado a servir de alojamiento a monjes ajenos al monasterio que estuvieran de paso en él.
Construido en magnífica piedra de sillería en la tradición del mejor arte visigodo del siglo VII, consta de una pequeña nave cuadrada, sin compartimentos laterales, una pequeña antesala o atrio y un ábside diminuto, separados entre sí por arcos de herradura prolongados hasta 2/3 del radio y enmarcados por un alfiz moldurado. El hecho de que la nave central sea sensiblemente más ancha que el ábside y el atrio le confiere una cierta sensación de iglesia cruciforme, al estilo de Santa Comba de Bande, iglesia visigoda del siglo VII, distante sólo 16km de Celanova y, sobre todo, a San Fructuoso de Montelios, situada en Braga(Portugal) y también muy próxima, a la que además recuerda por la calidad de la sillería utilizada en su construcción.
San Miguel dispone de una única puerta al exterior, adintelada y situada, como es muy habitual en las iglesias mozárabes, en el costado sur, aunque en este caso no está en el centro de la iglesia, sino en el atrio, y de seis ventanas, todas ellas muy estrechas, abocinadas, y terminadas en arcos de herradura, que están situadas una en el ábside, otra en el atrio y las otras cuatro en la parte superior de cada muro de la cámara principal. Ésta está cubierta por un tejado a cuatro aguas que termina en un gran alero formado por grandes losas de granito soportadas por amplios modillones de piedra, decorados con una labra de ocho y en algunos casos hasta diez lóbulos, típicamente mozárabe, y apoyados en un reborde horizontal que recorre los cuatro muros, de forma que el tejado forma un gran saledizo que produce una mayor sensación de gracilidad. En el segundo modillón del costado norte se puede observar la talla de una figura humana, único caso de este tipo en el Arte Mozárabe. Otro detalle a destacar es la existencia de cuatro contrafuertes, semejantes a los existentes en las construcciones asturianas anteriores, dos en los costados de la nave central y otros dos en los del atrio, cuyo objetivo pudo ser aumentar la sensación de verticalidad, ya que no parecen necesarios por motivos estructurales.
Lo que confiera a esta pequeña capilla una importancia especial en el estudio de la arquitectura mozárabe, es el hecho de que en la cobertura de cada uno de los tres cuerpos, los tres abovedados, se han utilizado sistemas diferentes, lo que la convierte en un auténtico muestrario de los métodos de abovedamiento utilizados en esta época. La cámara principal se cubre con una bóveda de aristas en ladrillo, sostenida por arcos peraltados que parten de unas ménsulas de rollos, que se eleva lo suficiente como para que hayan podido abrirse en sus muros cuatro ventanas a gran altura, que proporcionan una excelente iluminación a todo el interior del oratorio. La bóveda del atrio es de cañón en forma de herradura apoyada sobre una moldura de arranque y el ábside está cubierto por una bóveda formada por la intersección de ocho casquetes esféricos ya que, aunque su forma exterior es un cuadrado, la interior forma una herradura muy cerrada, de 1,35m de radio que, por su pequeño tamaño, recuerda más a un mihrab árabe que a un ábside cristiano.
La estructura de San Miguel de Celanova recuerda en muchos puntos a la de Santiago de Peñalba, como si se hubiera partido de éste modelo para hacer un edificio de mucho menor tamaño, por lo que se han eliminado los compartimentos laterales y el ábside contrapuesto, pero de características semejantes. En efecto, aquí volvemos a encontrar una nave central de mayor altura, entre otra nave y un ábside, de mucho menor tamaño y altura, cuadrado al exterior y en forma de herradura en su interior. También nos encontramos, entre otras coincidencias, formas de cobertura muy depuradas, contrafuertes, y aleros soportados por modillones de rollos. Existen muchos motivos para pensar que han sido construidas por el mismo arquitecto, sobre todo por su dominio sobre los distintos tipos de bóveda ya, que a pesar de utilizar sistemas muy sofisticados para la época, ambos edificios han llegado hasta nosotros sin daños significativos. Sin embargo parece evidente que en Celanova la calidad de construcción es muy superior, como si en esa zona de Galicia se hubiera conservado durante más de doscientos años la tradición constructiva del arte visigodo del siglo VII.
El resultado final es que en este pequeño edificio, de menos de 22m2, podemos comprobar de forma fehaciente la relación entre el arte visigodo y su sucesor, el arte mozárabe que, como ya hemos indicado, desde nuestro punto de vista debería ser llamado "neovisigodo". En efecto, todo en él es un canto al eclecticismo que permite a los constructores utilizar según su propio criterio en cada edificio los elementos artísticos o técnicos conocidos en cada momento, sin tener que atenerse a normas prefijadas, lo que genera una libertad de creación que consideramos como la característica más significativa de estos dos periodos del arte altomedieval español. En San Miguel de Celanova encontramos elementos tomados de San Fructuoso de Montelios, como su tipo de construcción, la apariencia de estructura cruciforme y su aspecto exterior en general, junto algún detalle del arte asturiano como los contrafuertes, y todo ello unido a unas técnicas de cobertura y, quizá lo más importante, una sensibilidad árabe en todos los detalles de su interior, desde la decoración de las bóvedas y los arcos de herradura con alfiz, hasta el tratamiento de la luz, en base a ventanas estrechas con derrame interior, situadas de forma que iluminan a dos alturas el interior, dando una mayor sensación de profundidad a un espacio de tan reducidas proporciones.
Sobre la puerta de acceso figura la siguiente inscripción:
"Tú oh Dios, creído autor de esta obra. Tú, oh Cristo, borra los pecados a todos los que aquí oren. La presente memoria recomienda a Froila, tu indigno siervo, quien desea y te conjura, oh bien amado, que esto lees, para que hagas memoria de mí, pecador, en la oración sagrada."
OTRA INFORMACIÓN DE INTERÉS
Forma de Acceso: Tomar desde Orense la AG-31, con dirección a Celanova. Distancia 18,700 kms.
Coordenadas GPS: 42º 9' 8,20"N 7º 57' 24,73"W.
Teléfono de Información: Oficina de turismo en el Monasterio: 988.43.2.201
Dirección de Correo: turismo@celanova.es
Horario de visitas: Visitas guiadas cada hora, de 10 a 13 y de 16 a 18 (19 en verano).
























domingo, 10 de noviembre de 2013

Batalla de San Marcial

EL PINTOR DE BATALLAS
Con motivo de la conmemoración del bicentenario de la Guerra de la Independencia y para recordar los trágicos hechos ocurridos en 1813, en San Sebastián e Irún, se llevaron a cabo diversos acto en ambas localidades durante el presente año; cursos de verano de la UPV/EHU, conferencias, coloquios, presentación de libros, recreaciones históricas y exposiciones.

Entre las exposiciones; una realizada en el Palacio de Miramar de San Sebastián y en el Museo Oiasso de Irún; la del oleo “La Batalla de San Marcial”, obra del pintor de estilo realista Augusto Ferrer-Dalmau Nieto (Barcelona, 20 de enero de 1.964); al cual pude realizar algunas fotografías que acompañan esta entrada.

De este pintor dice el escritor Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez (Cartagena, 25 de noviembre de 1.951):

Nadie, --que yo conozca-- pinta en España como Ferrer-Dalmau. Con tanta honradez y con tan admirable ausencia de complejos a la hora de recuperar las imágenes de nuestro largo pasado militar. Lo que en otros países es natural, pintores de batallas que fijan en sus lienzos la historia y la memoria de sus respectivas naciones, aquí resulta doblemente asombroso: por lo insólito del empeño y por la esplendida belleza del resultado. Eso convierte a Ferrer-Dalmau y su obra singular, extraordinaria, en algo especialmente raro. Y, como tal, precioso. Sus cuadros son escenas, retratos, claves necesarias para ilustrar nuestro pasado. Para recordar y reflexionar. Para comprender mejor, así, nuestras miserias, nuestras tragedias y nuestra grandeza.
                                                                                         Arturo Pérez-Reverte
                                                                                  De la Real Academia Española