La cerámica aplicada a la arquitectura.
Daniel Zuloaga Boneta (XII)
Casa de Nicolás Murga
Daniel Zuloaga Boneta (1852-1921) es el autor de la decoración cerámica que adorna las paredes
del portal de la casa de Nicolás Murga Iñiguez (1899),
proyectada por el arquitecto zaragozano, afincado en San Sebastián, Luis
Aladrén Mendívil (1852-1902). Ocupa un solar situado en la confluencia
de las calles Gardoqui y Bertendona con entrada por la primera, número 11. El
promotor estaba casado con Basilia Chapartegui Echave, natural de Zumaya,
donde, precisamente en un inmueble proyectado por el mismo tracista, residía su
familia, que además tenía una relación de amistad con los Zuloaga. De hecho, en
este caso la decoración del portal fue impuesta por los comitentes, quienes
propusieron temas alusivos a las actividades productivas propias de la economía
vizcaína: la industria, la minería, la pesca y la agricultura. No obstante,
también hay que advertir que ésta no era la primera vez que Zuloaga colaboraba
en un edificio diseñado por Aladrén, pues ya en 1882 lo había hecho en el Gran
Casino de San Sebastián –hoy Ayuntamiento- y en 1898 nuevamente en la
Diputación de Vizcaya y en la residencia de Santiago Allende en San Sebastián
(Quesada, 1985: 114 y 198). Por lo demás, no fue el único portal bilbaíno
decorado por el gran ceramista (Quesada, 1985: 128), pero sí el más espectacular.
El de la casa Murga tiene una planta rectangular y
está separado del cuerpo de la escalera por una puerta acristalada. Asimismo,
nueve peldaños salvan el desnivel existente entre estas dos zonas. La parte
baja de las paredes está forrada por un zócalo, que combina mármol rosáceo y
madera y simula estructura casetonada, mientras que la alta exhibe los murales
cerámicos, realizados con la técnica de pintura bajo baño. De estos últimos,
los más relevantes son los que decoran los lados largos, enmarcados por líneas
sinuosas. Cada flanco presenta dos paneles separados por un tallo con motivos
de coup de fouet, del que nacen flores y en torno al cual revolotean algunas
mariposas. Las composiciones grandes hacen referencia a la minería y la
agricultura y las dos pequeñas, en una de las cuales aparece la firma de Daniel
de Zuloaga junto a la fecha 1902, están presididas por unos altos hornos, en
clara alusión a la industria y el progreso. Una de ellas está protagonizada por
el desaparecido cargadero de mineral de El Piquillo, sito en Ontón (Cantabria),
proyectado por Alberto Palacio Elissague (1856-1939, titulado en 1882) por
encargo de Chavarri y Cia., que estaba vinculado a las explotaciones mineras
del promotor del inmueble (Fig. 3). La otra corresponde a un campo de cereal en
el que tres agricultores faenan en la siega cerca de un carro tirado por mulas
y aperos propios de sus labores. Ambas están enmarcadas por una orla que tiene
en la parte superior la misma composición nuevamente con escenas del mundo de la
minería y unas mujeres portando cestos sobre sus cabezas, que probablemente
fueran una representación de las típicas sardineras y la única referencia a la
pesca de todo el conjunto, aunque unidas a temas mineros este tipo de figuras
han sido identificadas como cargadoras o descargadoras de mineral, desde el
muelle al barco y viceversa (Rubio, 2007: 172).
Las de la parte inferior son diferentes, puesto
que en la primera vemos una locomotora de ferrocarril, un caserío en medio de
un prado verde, así como un trozo de mar y un caballete de un tranvía aéreo
para el traslado de mineral, todo ello característico de la geografía de la
zona minera vizcaína, y en la segunda un campo amarillento propio de la Meseta
castellana, con una pareja de bueyes uncidos por un yugo que tiran de un arado
y un burro, así como el Alcázar y la Catedral de Segovia, edificios con los que
con mucha frecuencia el ceramista identificó a esta ciudad (Rubio, 2007: 97).
Algunos de estos asuntos y figuras están resueltos con un acusado sentido
pictórico y una evidente simplificación de las formas, que sin duda aporta
cierta modernidad. No obstante, también hay que decir que el segundo de los
temas, de claras implicaciones castellanas y segovianas, tuvo que ser una
concesión al propio Zuloaga, ya que constituyen un lugar común en su producción
regionalista.
Sobre el recurrente tema de la minería, conviene
advertir que Nicolás Murga, aparte de procurador de los tribunales, profesión
que ejercía en Balmaseda, era también propietario de varias minas. Siendo
director de la Sociedad Española de Explotaciones Mineras, que instaló en los
bajos del inmueble que nos ocupa unas oficinas y un laboratorio, y que entre
otras cosas explotaba parte del coto El Hoyo-Ontón, desde donde el mineral era
conducido por ferrocarril hasta el citado cargadero de El Piquillo.
Por lo que se refiere a la estilística, pese a los
comentados detalles de ascendencia art nouveau, no se puede incluir este portal
dentro del modernismo, puesto que aquellos no pasan de ser elementos aislados
dentro de la composición general y, en cualquier caso, también están al margen
de las soluciones neorrenacentistas frecuentes en gran parte de la producción
de Zuloaga. Sin embargo, los paneles que flanquean la puerta de ingreso al
portal tienen un tono un tanto bucólico y de alguna manera próximo a lo usual
en esta última corriente, pues ambos están presididos por una figura masculina
ataviada con indumentaria popular, uno dirige una pareja de bueyes que arrastra
un carro y el otro se recorta sobre un fondo arquitectónico. Con todo, la
temática general de este conjunto lo aproximaría a planteamientos propios del
realismo por las referencias al mundo laboral.
Todo ello es propio de lo que Zuloaga estaba
haciendo en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, dentro de su
segunda etapa, centrada en el taller de La Segoviana, que los estudiosos cifran
entre 1893 y 1906 y que coincide con su establecimiento en Segovia con objeto
de utilizar las instalaciones de la fábrica de loza de los Vargas.
Efectivamente, dentro de este mismo período hay otros edificios con
decoraciones cerámicas suyas, en las que convive el modernismo a pequeña escala
con el regionalismo y el realismo (Quesada, 1985: 93).
También sabemos que en 1910 Zuloaga restauró parte
de estos murales de la casa de Nicolás Murga, suponemos que con la reposición
de piezas que estuvieran dañadas (Quesada, 1985: 1924).
Texto: Maite Paliza
Monduate de la Universidad de Salamanca
Me va a terminar gustando la cerámica... bonitos detalles
ResponderEliminarMe alegro con que te gusten las fotografías; la cerámica sobre todo si es buena a mi me gusta y te la brindo para que le cojas afición.
ResponderEliminarQué bonita casa. Es señorial. Me encantan ese tipo de edificios.
ResponderEliminarY las cerámicas esta vez vienen con figuras humanas y son preciosas. Los temas y los dibujos o figuras son estupendos.
Muy bien, Don Jaime. Gracias.
Gracias Tellagorri, ademas estan muy bien conservados, puedo asegurar que una preciosidad; en cuanto a la casa, al estar situada en la confluencia de las dos calles, le da un aire especial.
ResponderEliminarBuenas fotos y buena tarea de investigación.
ResponderEliminarGracias, en ambas cosas se hace lo que se puede y algunas veces sale bien.
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