viernes, 25 de mayo de 2012

La Levantina (Casa de Nicolás Murga), Bilbao

La cerámica aplicada a la arquitectura.

Daniel Zuloaga Boneta (XII)
Casa de Nicolás Murga
Daniel Zuloaga Boneta (1852-1921) es el autor de la decoración cerámica que adorna las paredes del portal de la casa de Nicolás Murga Iñiguez (1899), proyectada por el arquitecto zaragozano, afincado en San Sebastián, Luis Aladrén Mendívil (1852-1902). Ocupa un solar situado en la confluencia de las calles Gardoqui y Bertendona con entrada por la primera, número 11. El promotor estaba casado con Basilia Chapartegui Echave, natural de Zumaya, donde, precisamente en un inmueble proyectado por el mismo tracista, residía su familia, que además tenía una relación de amistad con los Zuloaga. De hecho, en este caso la decoración del portal fue impuesta por los comitentes, quienes propusieron temas alusivos a las actividades productivas propias de la economía vizcaína: la industria, la minería, la pesca y la agricultura. No obstante, también hay que advertir que ésta no era la primera vez que Zuloaga colaboraba en un edificio diseñado por Aladrén, pues ya en 1882 lo había hecho en el Gran Casino de San Sebastián –hoy Ayuntamiento- y en 1898 nuevamente en la Diputación de Vizcaya y en la residencia de Santiago Allende en San Sebastián (Quesada, 1985: 114 y 198). Por lo demás, no fue el único portal bilbaíno decorado por el gran ceramista (Quesada, 1985: 128), pero sí el más espectacular.
El de la casa Murga tiene una planta rectangular y está separado del cuerpo de la escalera por una puerta acristalada. Asimismo, nueve peldaños salvan el desnivel existente entre estas dos zonas. La parte baja de las paredes está forrada por un zócalo, que combina mármol rosáceo y madera y simula estructura casetonada, mientras que la alta exhibe los murales cerámicos, realizados con la técnica de pintura bajo baño. De estos últimos, los más relevantes son los que decoran los lados largos, enmarcados por líneas sinuosas. Cada flanco presenta dos paneles separados por un tallo con motivos de coup de fouet, del que nacen flores y en torno al cual revolotean algunas mariposas. Las composiciones grandes hacen referencia a la minería y la agricultura y las dos pequeñas, en una de las cuales aparece la firma de Daniel de Zuloaga junto a la fecha 1902, están presididas por unos altos hornos, en clara alusión a la industria y el progreso. Una de ellas está protagonizada por el desaparecido cargadero de mineral de El Piquillo, sito en Ontón (Cantabria), proyectado por Alberto Palacio Elissague (1856-1939, titulado en 1882) por encargo de Chavarri y Cia., que estaba vinculado a las explotaciones mineras del promotor del inmueble (Fig. 3). La otra corresponde a un campo de cereal en el que tres agricultores faenan en la siega cerca de un carro tirado por mulas y aperos propios de sus labores. Ambas están enmarcadas por una orla que tiene en la parte superior la misma composición nuevamente con escenas del mundo de la minería y unas mujeres portando cestos sobre sus cabezas, que probablemente fueran una representación de las típicas sardineras y la única referencia a la pesca de todo el conjunto, aunque unidas a temas mineros este tipo de figuras han sido identificadas como cargadoras o descargadoras de mineral, desde el muelle al barco y viceversa (Rubio, 2007: 172).
Las de la parte inferior son diferentes, puesto que en la primera vemos una locomotora de ferrocarril, un caserío en medio de un prado verde, así como un trozo de mar y un caballete de un tranvía aéreo para el traslado de mineral, todo ello característico de la geografía de la zona minera vizcaína, y en la segunda un campo amarillento propio de la Meseta castellana, con una pareja de bueyes uncidos por un yugo que tiran de un arado y un burro, así como el Alcázar y la Catedral de Segovia, edificios con los que con mucha frecuencia el ceramista identificó a esta ciudad (Rubio, 2007: 97). Algunos de estos asuntos y figuras están resueltos con un acusado sentido pictórico y una evidente simplificación de las formas, que sin duda aporta cierta modernidad. No obstante, también hay que decir que el segundo de los temas, de claras implicaciones castellanas y segovianas, tuvo que ser una concesión al propio Zuloaga, ya que constituyen un lugar común en su producción regionalista.
Sobre el recurrente tema de la minería, conviene advertir que Nicolás Murga, aparte de procurador de los tribunales, profesión que ejercía en Balmaseda, era también propietario de varias minas. Siendo director de la Sociedad Española de Explotaciones Mineras, que instaló en los bajos del inmueble que nos ocupa unas oficinas y un laboratorio, y que entre otras cosas explotaba parte del coto El Hoyo-Ontón, desde donde el mineral era conducido por ferrocarril hasta el citado cargadero de El Piquillo.
Por lo que se refiere a la estilística, pese a los comentados detalles de ascendencia art nouveau, no se puede incluir este portal dentro del modernismo, puesto que aquellos no pasan de ser elementos aislados dentro de la composición general y, en cualquier caso, también están al margen de las soluciones neorrenacentistas frecuentes en gran parte de la producción de Zuloaga. Sin embargo, los paneles que flanquean la puerta de ingreso al portal tienen un tono un tanto bucólico y de alguna manera próximo a lo usual en esta última corriente, pues ambos están presididos por una figura masculina ataviada con indumentaria popular, uno dirige una pareja de bueyes que arrastra un carro y el otro se recorta sobre un fondo arquitectónico. Con todo, la temática general de este conjunto lo aproximaría a planteamientos propios del realismo por las referencias al mundo laboral.
Todo ello es propio de lo que Zuloaga estaba haciendo en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, dentro de su segunda etapa, centrada en el taller de La Segoviana, que los estudiosos cifran entre 1893 y 1906 y que coincide con su establecimiento en Segovia con objeto de utilizar las instalaciones de la fábrica de loza de los Vargas. Efectivamente, dentro de este mismo período hay otros edificios con decoraciones cerámicas suyas, en las que convive el modernismo a pequeña escala con el regionalismo y el realismo (Quesada, 1985: 93).
También sabemos que en 1910 Zuloaga restauró parte de estos murales de la casa de Nicolás Murga, suponemos que con la reposición de piezas que estuvieran dañadas (Quesada, 1985: 1924).

Texto: Maite Paliza Monduate de la Universidad de Salamanca






















6 comentarios:

  1. Me va a terminar gustando la cerámica... bonitos detalles

    ResponderEliminar
  2. Me alegro con que te gusten las fotografías; la cerámica sobre todo si es buena a mi me gusta y te la brindo para que le cojas afición.

    ResponderEliminar
  3. Qué bonita casa. Es señorial. Me encantan ese tipo de edificios.

    Y las cerámicas esta vez vienen con figuras humanas y son preciosas. Los temas y los dibujos o figuras son estupendos.

    Muy bien, Don Jaime. Gracias.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Tellagorri, ademas estan muy bien conservados, puedo asegurar que una preciosidad; en cuanto a la casa, al estar situada en la confluencia de las dos calles, le da un aire especial.

    ResponderEliminar
  5. Buenas fotos y buena tarea de investigación.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, en ambas cosas se hace lo que se puede y algunas veces sale bien.

      Eliminar